A ver, improvisemos un relato:

Para entrar hubo de meter los codos primero. Luego se impulsó hacia adentro. No se veía nada así que aguantó los jadeos para escuchar el silencio.

Algo que podía ser un gato, o una rata muy peluda, pasó entre sus piernas. No quiso agacharse, pero un momento después la cola del gato le rozó los tobillos. Cuando hubo recorrido varios metros comprobó que el gato le seguía.

Él lo llamó para cerciorarse de que fuera un gato. Por fin el gato maulló, pero de una manera inquietante, que sonó a gruñido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario